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Valoración de custodia: ¿que aspectos se evalúan en el informe para ayudar al juez a tomar la mejor decisión posible?

La valoración de custodia en caso de separación I: Psicopatología

El peritaje psicológico sobre valoración de custodia se realiza cuando es necesaria una evaluación de las diferentes alternativas de custodia, y es la labor más frecuente del perito psicológo en Derecho de Familia.  En este tipo de pericial  se evalúan distintas áreas del ámbito familiar, y se tienen en cuenta diferentes criterios de carácter científico y sociocultural, a la hora de valorar y tomar decisiones respecto a las diferentes alternativas de custodia. Dichas áreas son dependientes de los criterios que se evalúan, ya que solo se puede garantizar una evaluación coherente cuando los aspectos evaluados dan respuesta a los principios según los cuales se fundamentan las conclusiones del dictamen.

Uno de los aspectos primordiales es la evaluación de la personalidad y el ajuste psicológico de los progenitores. En este sentido la evaluación va más orientada a descartar la existencia de psicopatología, que a aportar descripciones generales de personalidad, ya que estas por si solas no definen las habilidades parentales de los progenitores, ni la naturaleza de la relación padres-hijos. No obstante, tampoco cualquier patología afectará a la crianza de los hijos, sino que en cada caso particular habrá que considerar si la patología detectada influye, o no, para ostentar la guardia y custodia de los hijos menores.

La psicopatología puede ser relevante en una valoración en tanto que tenga impacto sobre el niño o la capacidad del padre, pero no es el foco de atención principal (APA,1994).

¿Que trastornos pueden influir en las habilidades parentales de los progenitores?

Los trastornos que influirán negativamente en una valoración de custodia, son trastornos graves como los psicóticos, la dependencia de sustancias tóxicas y la deficiencia mental. En estos supuestos sí que se desaconseja a priori conceder la custodia a quien los sufre. Esto es debido a que se ha demostrado empíricamente que estos trastornos están relacionados con mayor número de conductas parentales abusivas o negligentes hacia los hijos.

En estos casos se pueden programar visitas supervisadas que garanticen el bienestar de los menores, ya que en muchas ocasiones estos progenitores pueden continuar ejerciendo sus derechos y obligaciones parentales de forma restringida. Otra opción válida es que un familiar del progenitor afectado asuma ante el Juez el rol de facilitador y garantice las funciones de apoyo y control durante las visitas.

En caso de identificarse algún trastorno en uno de los cónyugues, se hará constar en el informe en que grado éste puede afectar al desempeño de su rol como progenitor, y a las responsabilidades relacionadas con dicho rol. Y de cómo dicho trastorno puede alterar la comunicación del progenitor con los hijos, y si puede llegar a ser un modelo de socialización no apropiado para ellos, o implicar un riesgo para su seguridad y su bienestar. Se debe tener siempre en cuenta que tanto las observaciones que aporte el informe, como la decisión que tome el juez, serán siempre en función del mejor interés del menor.

Sintomatología asociada a las separaciones

Según los estudios, la ruptura matrimonial constituye la causa más grave de reestructuración vital para un adulto en las sociedades desarrolladas. Cada persona responde de manera diferente ante una ruptura de pareja, pero lo más habitual es que se pase por estados de ansiedad, síndromes depresivos, pérdida de la autoestima, confusión, etc. A lo que además en ocasiones se suma el estrés que implica el verse inmerso en un procedimiento judicial, con el consiguiente gasto económico y desgaste emocional que esta nueva situación conlleva.

Es por todo ese conjunto de situaciones que se dan en el transcurso de las rupturas de pareja, que a menudo aparece cierta pseudopatología o malestar psicológico asociado al estrés que supone dicha ruptura. Dicho malestar puede llegar a incidir en el afrontamiento de la ruptura y en el ejercicio de las responsabilidades parentales que lleva a cabo el progenitor. Otra situación que se puede dar, es que la situación de conflicto intensa y prolongada en el tiempo que surgió de la ruptura, descompense algún trastorno de personalidad o síndrome clínico que ya existía antes de que se produjera la separación.

En cualquier caso la perturbación emocional en la que se hayan inmersos los padres durante la ruptura, guarda relación con la adaptación de los hijos al proceso de reestructuración familiar por el que están pasando. En ocasiones los padres están absortos en sus propios problemas y desatienden las necesidades de los hijos para poder afrontar la nueva situación, o malinterpretan las respuestas de los hijos haciendo esto que el conflicto familiar continúe en aumento. Es decir:

Su propio malestar les resta a los padres disponibilidad para los hijos. Lo cual incrementa el riesgo de que los hijos, en función también de otras variables como edad, tiempo transcurrido desde la ruptura o grado de conflictividad interparental, desarrollen a su vez problemas de ansiedad, depresión, conducta antisocial o problemas escolares (Wallerstein y Kelly, 1980, Gwynn y Brantley, 1987, Hetherintong y cols. 1979, Pons-Salvador y Del Barrio, 1995, Cantón y Justicia, 2000).

La competencia social de los padres en la valoración de custodia como clave para afrontar el proceso

Mas allá de la psicopatología que se pueda detectar en la valoración de custodia, la adaptación social de los padres, también denominada en ocasiones como su competencia social parental, ha demostrado ser muy relevante a la hora de tomar decisiones en cuanto al mejor interés del menor.

La competencia social es la habilidad para hacer frente de forma adecuada, a las demandas de de una situación social, y está muy relacionada con la adaptación, las habilidades sociales, la autoestima, la eficacia y el comportamiento inteligente. Está también influenciada por el ambiente en el que se desarrolla el niño. Las investigaciones han demostrado la competencia social parental aumenta la capacidad de afrontamiento de la propia crisis de pareja.

La competencia social es una habilidad importante en la valoración de custodia, y básica para el desarrollo de la persona en la sociedad, siendo la familia el núcleo socializador más importante en la primera infancia. Durante esta fase el niño aprende destrezas sociales, actitudes y habilidades necesarias para adaptarse al mundo social que le rodea.

En general los niños van madurando y normalmente se convierten en adultos bien adaptados a la sociedad, guiados por la educación y la atención que reciben. No obstante algunos se encuentran con problemas de conducta en el camino a la maduración. Problemas que pueden ir desde dificultades ocasionales hasta episodios repetidos y constantes de inadaptación personal y social. En estos casos lo recomendable es acudir a un psicólogo especializado en problemas de la infancia en cuanto se detecte el problema, para solucionarlo con una terapia adecuada.