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Accidentes de tráfico y secuelas

Accidentes de tráfico

Valoración del daño psíquico tras un accidente de tráfico para determinar la indemnización a la víctima

Cuando la persona implicada en un accidente de tráfico violento siente que su vida peligra puede sufrir alteraciones irreversibles en su funcionamiento psicológico habitual llegando incluso a padecer cambios permanentes en su personalidad, estables e inadaptativos, que se mantienen a lo largo del tiempo y que pueden afectar a sus relaciones interpersonales, laborales, familiares y sociales.

Entre los trastornos más habituales después de vivir, presenciar o tener conocimiento de un acontecimiento traumático a un familiar próximo o un amigo íntimo, se encuentran los trastornos de ansiedad. Es normal que la persona, después del incidente, pase por un breve estado de ansiedad o depresión, sin embargo, si pasado un mes desde el incidente la persona continua padeciendo síntomas de ansiedad y/o depresión puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático, algo que también puede ocurrir pasados varios meses e incluso años, así como un trastorno depresivo mayor, o una fobia. Como consecuencia sus rutinas diarias se verán alteradas por cambios en su conducta, algo que puede dificultar su adaptación al entorno cultural, social, laboral y familiar.

El Trastorno por Estrés Postraumático (TEP)

Después de la situación traumática la persona puede sentirse como si se derrumbaran los pilares sobre los que se sustenta su visión del mundo. Se viene abajo la visión de que el mundo en el que vivimos es un lugar seguro y las personas que nos rodean son buenas y generosas, que existen una reglas que nos permiten predecir de forma segura el futuro basadas en la justicia ,y que si nos comportamos según dichas reglas controlaremos las situaciones futuras, y que las personas son competentes, honestas y buenas.

Por eso algunos supervivientes de una tragedia quedan psicológicamente destrozados en cuanto se dan cuenta de la fragilidad humana en un mundo que no se puede controlar ni predecir como ellos creían, sino que es un mundo arbitrario e injusto, algo que arrasa con su mundo simbólico que ahora, después de tantos años y estar tan arraigado en su mente, se viene abajo.

La incongruencia entre la información asociada al trauma y los esquemas previos llevan a la persona a la desintegración cognitiva. Por tanto, las víctimas de trauma deben reconstruir nuevas asunciones básicas o esquemas más viables, que puedan explicar su experiencia traumática. Sin embargo, algunas de las víctimas no van a ser capaces de llevar a cabo dicha reconstrucción, permaneciendo en un estado de ansiedad crónica y manifestando síntomas característicos del TEP (Janoff-Bulman y Schwartzberg, 1991).